THE HIDDEN BLADE. El verdadero samurai
La película “The Hidden Blade”de Yoji Yamada, traducida como La espada oculta, que se refiere a una técnica mortal que a mí más me parece de ninya que de samurai, me ha dejado completamente atónita.
Es la vida de un samurai, pero cómo era realmente: Aunque se practicaba un entrenamiento continuo, apenas hay combates de verdad con espadas, sólo hay uno, al final y muy justificado poética y argumentísticamente (de hecho, en un momento de la acción el protagonista confiesa en la intimidad que nunca ha matado y que no le gustaría hacerlo, porque la muerte es demasiado trascendente como para tomársela a la ligera); lo importante, y lo impactante por cierto, es la relevancia de las costumbres cotidianas, el
ambiente y los sentimientos de los samuráis, sus relaciones a veces tiernas y cariñosas, incluso humorísticas, entre ellos, y cuánto podía llegar a sufrir uno de esta especie de caballeros feudales de provincias para seguir la tradición, que les exigía controlar tanto sus emociones, sus deseos, incluso su amor, que la existencia cotidiana llegaba a ser un angustioso sufrimiento silencioso con el que sólo se podía acabar sencillamente renunciando a los privilegios, pero también a las tremendas cargas, de ser un samurai.
Además, frente a los tópicos occidentales que nos han presentado a todos los samuráis cortados por el mismo patrón, la película nos ofrece la variedad de personalidades y caracteres que lógicamente debían existir entre ellos: el traidor a su señor, el señor injusto que abusa, miente y sólo busca el poder sobre vidas y dinero ajenos, el samurai humilde interesado sobre todo en la vida familiar y los niños, el muy enamorado de su mujer y el que sólo se casa por interés, etc.
Todo ello situado en un momento en que el gran señor de señores, el “shogún”, quiere introducir las técnicas de lucha occidental, con su artillería, sus sistemas de defensa, su entrenamiento deportivo y forma atlética de carrera.... Lo cual hace que los samuráis asistan a clase, se esfuercen, lo pasen fatal, y haya unas cuantas escenas realmente muy graciosas provocadas por el contraste, en algunas ocasiones paradójico, de culturas.
La obra consigue que nos pongamos de parte de las técnicas japonesas, que exigen más valor y pericia pero menos esfuerzo físico, aunque creo que este no es el mensaje final de la película, sino la importancia de los sentimientos personales frente a los valores tradicionales.
Y esto hace que aunque la película esté muy centrada geográfica e históricamente(con un detallismo y belleza estética que sí son típicas del buen cine japonés), puede llegar y alcanzar a gente de cualquier época y lugar del mundo, porque consigue poner por encima de lo anecdótico los valores universales de que la propia felicidad está por encima de cualquier condicionamiento social.
Es la vida de un samurai, pero cómo era realmente: Aunque se practicaba un entrenamiento continuo, apenas hay combates de verdad con espadas, sólo hay uno, al final y muy justificado poética y argumentísticamente (de hecho, en un momento de la acción el protagonista confiesa en la intimidad que nunca ha matado y que no le gustaría hacerlo, porque la muerte es demasiado trascendente como para tomársela a la ligera); lo importante, y lo impactante por cierto, es la relevancia de las costumbres cotidianas, el
ambiente y los sentimientos de los samuráis, sus relaciones a veces tiernas y cariñosas, incluso humorísticas, entre ellos, y cuánto podía llegar a sufrir uno de esta especie de caballeros feudales de provincias para seguir la tradición, que les exigía controlar tanto sus emociones, sus deseos, incluso su amor, que la existencia cotidiana llegaba a ser un angustioso sufrimiento silencioso con el que sólo se podía acabar sencillamente renunciando a los privilegios, pero también a las tremendas cargas, de ser un samurai.
Además, frente a los tópicos occidentales que nos han presentado a todos los samuráis cortados por el mismo patrón, la película nos ofrece la variedad de personalidades y caracteres que lógicamente debían existir entre ellos: el traidor a su señor, el señor injusto que abusa, miente y sólo busca el poder sobre vidas y dinero ajenos, el samurai humilde interesado sobre todo en la vida familiar y los niños, el muy enamorado de su mujer y el que sólo se casa por interés, etc.
Todo ello situado en un momento en que el gran señor de señores, el “shogún”, quiere introducir las técnicas de lucha occidental, con su artillería, sus sistemas de defensa, su entrenamiento deportivo y forma atlética de carrera.... Lo cual hace que los samuráis asistan a clase, se esfuercen, lo pasen fatal, y haya unas cuantas escenas realmente muy graciosas provocadas por el contraste, en algunas ocasiones paradójico, de culturas.
La obra consigue que nos pongamos de parte de las técnicas japonesas, que exigen más valor y pericia pero menos esfuerzo físico, aunque creo que este no es el mensaje final de la película, sino la importancia de los sentimientos personales frente a los valores tradicionales.
Y esto hace que aunque la película esté muy centrada geográfica e históricamente(con un detallismo y belleza estética que sí son típicas del buen cine japonés), puede llegar y alcanzar a gente de cualquier época y lugar del mundo, porque consigue poner por encima de lo anecdótico los valores universales de que la propia felicidad está por encima de cualquier condicionamiento social.
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